miércoles, 7 de julio de 2010

"LA SILLA"



La violencia, la intolerancia y la injusticia, han conspirado para que cada una de las personas que se opongan a su existencia, tengan miedo de expresarse y luchar contra su dominio. Ese miedo fue el que precisamente sintió mi cuerpo cuando caminaba hacia la silla. Mis manos y mis rodillas temblaban, mi respiración incrementaba y los latidos de mi corazón podían ser escuchados. Con mi mirada fija, continúe caminando hacia la silla, ocupada por el cuerpo sudado y cansado de una mujer que había pasado por lo que yo pasaría. A pesar de que las reacciones en mi cuerpo provocaban dificultad en mi caminar, iba decidida a cumplir con la misión. No iba en búsqueda de protagonismo y mucho menos con una agenda escondida, sólo quería enfrentarme a lo que tanto le temía.

Logré llegar a mi destino, me senté, puse mis pies en los zapatos de aquella valiente mujer y respiré. Mire firme hacia una puerta cerrada. Volví a respirar. Inesperadamente sentí unas manos sobre mis hombros que me decían: no tengas miedo, no estás sola, continúa tu lucha…y así lo hice. Una mesa y una silla vacía esperaban por alguien que quisiera dialogar y compartir mi lucha a favor de la paz, la paciencia y la justicia. Seguí esperando…nadie llegó…la puerta continuaba cerrada. Una gran barrera naranja había sido colocada para impedir mi encuentro. Mi vista comenzó a nublarse poco a poco con lágrimas que salían involuntariamente y comenzaron a ser sentidas…rabia, decepción, tristeza, impotencia…y con mi frente fruncida y mis ojos cansados, respiré y me dije… No te rindas.

Continúe, ya no sentía miedo, mi cuerpo estaba en calma. Una paz inmensa se apoderó de mí, me olvidé del tiempo, del espacio, del cansancio, de la espera, de la gente que subía y bajaba, que miraba y comentaba…estaba en paz. Así, en paz, llegó otra valiente mujer y se unió a mi lucha, le cedí mi silla y mis zapatos, puse mis manos sobre sus hombros y le dije: No tengas miedo, no estás sola, nuestra lucha continúa…

lunes, 5 de julio de 2010

Coma voluntaria...

Desde mi humanidad reconozco con dificultad que he pasado los últimos cinco años de mi vida en una coma voluntaria. He decido vivir en un estado catatónico sin acción, ni reacción. No preservo en ninguna de mis memorias cómo fue, sólo sé que ocurrió. De manera desconocida decidí programar mi vida y hacerla automática. El miedo, la rabia, la inseguridad, la frustración, la tristeza, la soledad, la presión, la tensión, las mentiras, la hipocresía, la falsedad, la ingratitud, el chisme, la humillación, la desesperanza, el engaño, el egoísmo, el interés, el gobierno, la injusticia, la desconfianza, el control, la burocracia, la competencia, la destrucción, la construcción…cada una de estas palabras, sus sinónimos, antónimos y significados provocaron en mi un deseo de rendirme, y así lo hice…Me rendí. Viví mi vida en un insomnio inverso. Las veces que sentí que mi cuerpo quería despertar de esta coma inducida, movía mi cabeza de lado a lado evitando que las dendritas de mis neuronas hicieran conexión. Ocasionando una ansiedad descontrolada y produciendo mi estado indiferente. Continúe sin reacción, respirando por reflejo, inmóvil y en silencio, viviendo la vida de los demás como propia, porque en mi lo que vivía era un cadáver.

Cada uno de los 1825 días luché por despertar, enfrentarme con valentía a los defectos de la vida, y aceptar que la perfección es inexistente. Lamentablemente, mi voluntad por liberarme fue débil. Hasta que mis ojos se cansaron de estar cerrados. Activando sus lagrimales, humedecieron sus pestañas y, poco a poco, abrieron. Sentí como mis párpados latían involuntariamente y mis pupilas dilatadas percibieron una luz que me cegó y que hoy me libera. Aún veo borroso, pero reconozco las formas y sus sombras. Todo lo que me hizo sentir rendida aún existe, pero ahora la indignación que nace por su existencia causa fortaleza no indiferencia.